Una madruga Raúl
Alejandro Donandueno estiró el pie y no pudo tocarla,
luego lo intentó con
el brazo pero ella no estaba.
Abrió los ojos y se
vio mirado por la soledad.
Entonces con la punta
de la yema tocó la pequeña cruz de la ventana,
se comprendió ignorado
en la amistad,
y desde luego,
en el amor.
Ricardo Di Mario
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