jueves, 15 de mayo de 2014

Cóndor


A Ernesto Guevara Lynch


Era tan suave su vuelta que miré desde arriba a los cerros,
la vista me engañó de tan sincera,
y caí sobre la bendita realidad de las mareas,
de pastos secos del invierno y de otras sequedades.

Se quedó mi mirada prendida de otras aves,
más veloces, más fugaces.
Rapaz mi alma agorera se hizo canto,
primavera.

Como cortina blanca sobre el mundo se taparon  de sueños las ojeras
y andaban por picadas y caminos: la vergüenza y el hambre compañeras.
Ni harina, ni arroz en la rancheada, ni vainas de algarroba sobre los zarzos.

Pero el agua cristalina aun es mía y mi casa el mismo muro de las sierras.
Hay unos ecos de hombres que subieron aquel día
y replican en miles de almas todavía




Ricardo Di Mario
Foto "El rey de las sierras" El Pirkero reserva nativa. Los Hornillos

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