A Ernesto Guevara Lynch
Era tan suave su
vuelta que miré desde arriba a los cerros,
la vista me engañó de
tan sincera,
y caí sobre la bendita
realidad de las mareas,
de pastos secos del
invierno y de otras sequedades.
Se quedó mi mirada
prendida de otras aves,
más veloces, más
fugaces.
Rapaz mi alma agorera
se hizo canto,
primavera.
Como cortina blanca
sobre el mundo se taparon de sueños las
ojeras
y andaban por picadas
y caminos: la vergüenza y el hambre compañeras.
Ni harina, ni arroz en
la rancheada, ni vainas de algarroba sobre los zarzos.
Pero el agua
cristalina aun es mía y mi casa el mismo muro de las sierras.
Hay unos ecos de
hombres que subieron aquel día
y replican en miles de
almas todavía
Ricardo Di Mario
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Foto "El rey de las sierras" El Pirkero reserva nativa. Los Hornillos |
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