viernes, 13 de abril de 2018

Aletheia. Casi un prólogo por Horacio Fernández


Aletheia y otros poemas
Ricardo Di Mario


A Mili Egel Stolz Di Mario
para que la verdad la acompañe siempre.




Casi un prólogo

La obra visible de Ricardo Di Mario comprende, entre otros trabajos, tres libros de poemas; libros en los que se ha dado a la nada sencilla tarea de moldear la dura materia de la palabra, con el firme propósito de obtener de ella algunos trazos de sentido. Digo la obra visible, porque me consta que este trabajo con el lenguaje, del que he sido, en parte, testigo privilegiado, viene cumpliéndose a lo largo de estos últimos treinta años. Imagino, por cierto, que deben de ser muchos más; tal vez desde la primera adolescencia, en la que muchos de nosotros hemos borroneado versos urgentes y urgidos por sufrimientos que a esa edad parecen inabarcables. La diferencia más notoria reside en que Ricardo Di Mario ha traspasado aquellas inquietudes de juventud para hundir sus manos, con un compromiso humano y artístico, en la espesura de la palabra  y ha ido extrayendo ciertos objetos que iluminan con visibles fogonazos las vidas de quienes nos asomamos en algún momento a sus textos.
Así, resultan especialmente bellas y reveladoras las imágenes de liebres y lebreles que pueblan su primer libro – liebres, 2002 -, certera metáfora de la tarea poética. Tema éste que también podemos vislumbras en Guadal y otros fantasmas (2013) y en este Aletheia y otros poemas que nos convoca. Es por eso que creo adecuado citar las primeras líneas de la Dedicatoria con la que se abre liebres: “A Yannis Ritsos y a Cavafis y a todos los griegos que nos enseñaron las palabras desde Homero hasta los que sufrieron los tanques del setenta.” (p. 7). Está claro que esta frase se abre a temas y sentidos constantemente revisitados en las obras posteriores, ya sea como programa de indagación poético-filosófica, ya como postura ético-política.
En efecto, algo de todo esto podemos leer sin ambigüedad, en los fantasmas que asedian al poeta en “Fantasmas” de su libro Guadal y otros fantasmas; al tiempo que nos interpelan enfrentándonos a cuestiones centrales de nuestro tiempo en relación con la ética de la palabra y de nuestra posición frente a la historia argentina reciente.
Ahora estamos con Aletheia…en las manos, ante los ojos, el entendimiento y el corazón, y en estos textos  volvemos a encontrar que persisten las obsesiones del poeta desplegadas dentro de esta vertiente de la literatura contemporánea  que conjuga la creación con metadiscurso reflexivo y crítico; de este modo abre otros caminos  para la aprehensión del mundo, y se abre a los múltiples sentidos que podemos reponer en tanto lectores activos.
En esta dirección me parecen particularmente significativas la parte III de “La tierra”: “Soy solo  realidad material /el estado de ánimo /el cansancio del cuerpo / la decisión de no hablar / la matriz de todo sentimiento. /algo me hace sospechar que el mundo tiene una existencia efímera/ como el sonido de estas frases /…”, y también “Lenguaje”: Hace un tiempo / se vienen preguntando qué hacer con el lenguaje / y con ellos / es tal la confusión que al encontrarse / en lugar de bienvenirse / se despiden.”. Estos fragmentos funcionan como iluminaciones previas a ese momento central del libro constituido por la declaración de fe en el poder de la poesía contenido en el texto que da título a este volumen.
A modo de síntesis, creo que es oportuno ver en la segunda sección del libro – La voluntad de saber – el espejo en el que se multiplica Aletheia y otros poemas;  y, tal vez, el interrogante que ha empujado al hombre, al menos desde los griegos tan amados por Ricardo hasta nosotros, a buscar y buscarse, debatiéndose en la duda; perdido y vuelto a encontrarse; solitario desvelado; con la carne desgarrada por el anhelo de encontrar algo de verdad en el mundo, tal y como puede entreverse en el poema que sirve de título a esta sección.
De aquí en adelante, el diálogo personal de sus lectores con el poeta.

Horacio Fernández

Muñiz, junio de 2015

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